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Meritocracia e izquierda

Resulta llamativo ver cómo algunos intelectuales socialdemócratas, ansiosos por modernizarse, comienzan a defender con fervor determinados conceptos clásicos del discurso tradicional del liberalismo. Uno de ellos es "meritocracia". Sostienen que la izquierda debe estar a favor de un sistema que fomenta la promoción individual en función del mérito. El argumento suena convincente. El problema surge cuando se entra a desentrañar el significado de las palabras y se descubren las trampas bajo su cascarón.

Fue un socialdemócrata, el sociólogo británico Michael Young, quien acuñó el término meritocracia. Lo hizo en su novela El ascenso de la meritocracia, de 1958, en la que, lejos de defender ese sistema tan venerado por los nuevos pensadores de la socialdemocracia, arremete contra él mediante una feroz sátira. Lo describe como un proceso de selección darwiniano en el que colegios y universidades caros actúan como filtro para la conformación de una aristocracia que perpetuará un orden de cosas injusto. En junio de 2001, a los 85 años, Young, que había sido redactor del manifiesto laborista de la posguerra, publicó en The Guardian una carta abierta a Tony Blair en la que le exhortaba a suprimir de su vocabulario político la palabra meritocracia. "Es altamente improbable que haya leído mi libro, pero se ha quedado con la palabra sin darse cuenta de los peligros de lo que está predicando", advertía Young.

En The Meritocracy Myth, de 2004, los profesores Stephen McNamee y Robert Miller desmontan, con abundantes datos sobre desigualdad de oportunidades y discriminaciones en EEUU, el relato de que en ese país funciona un sistema basado en el mérito. Los dos autores consideran que el mérito individual, incluso si funcionase correctamente, no debería ser, como ahora, un instrumento de creación de élites y desigualdades, para lo cual proponen, entre otras cosas, establecer un sistema impositivo decididamente progresivo que grave mucho más a los ricos.

Sería conveniente que los nuevos pensadores socialdemócratas, que con tanto entusiasmo hablan estos días de las bondades del mercado y la productividad, aclararan qué quieren decir exactamente cuando hablan de meritocracia.

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