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A vueltas con "lo que hay que hacer"

Mucho se ha escrito sobre la importancia del lenguaje en las batallas ideológicas. Lingüistas y filólogos como Klemperer, Chomsky o Lakoff han descrito con maestría los mecanismos que utilizan los poderes para imponer sus doctrinas mediante la manipulación de palabras o frases. En los últimos tiempos, está haciendo carrera en España una frase con la que los poderes económicos y sus amigos políticos y mediáticos pretenden remachar la doctrina de que no hay más camino para salir de la crisis que la política del tijeretazo: "Hay que hacer lo que hay que hacer". El presidente de la CEOE, Juan Rosell, la utilizó ayer al elogiar los severos recortes que ha aprobado la Generalitat de Catalunya y reclamar a Rajoy que obre en consecuencia apenas entre en la Moncloa. Días atrás, el presidente balear, Jose Ramón Bauzá, llevó la frase al paroxismo: "Sabemos lo que hay que hacer y lo vamos a hacer, y por eso haremos lo que hemos dicho que vamos a hacer y vamos a seguir haciendo lo que toca hacer".

Estos predicadores de la ortodoxia liberal no se detienen, ni siquiera por curiosidad intelectual, a pensar si existen otras cosas que se puedan hacer, sobre todo a la luz del rotundo fracaso de lo que están haciendo. Quizá descubrirían que lo que hay que hacer es justamente lo contrario de lo que hacen: por ejemplo, aumentar el gasto social y la inversión pública, repartir el trabajo en vez de volverlo más precario o establecer los eurobonos. Pero, ayer mismo, la canciller Merkel rechazó con contundencia la sola insinuación de Bruselas de apelar a esta última vía. Esa opción no está en la lista de lo que hay que hacer. Y punto.

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