El desconcierto

De Cayetana a Cayetano

El líder del PP, Pablo Casado durante la rueda de prensa tras su encuentro con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Paladio de la Moncloa. EFE/Fernando Villar/POOL
El líder del PP, Pablo Casado durante la rueda de prensa tras su encuentro con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Paladio de la Moncloa. EFE/Fernando Villar/POOL

Visto lo visto ayer en la Moncloa cabe preguntarse por qué y para qué Pablo Casado destituyó a la portavoz del Grupo Parlamentario del Partido Popular en el Congreso de los Diputados. En su rueda de prensa, nada más terminar su reunión con el presidente del Gobierno, se limitó a recitar la negra letanía de la destituida, letra por letra, hasta tal punto que  iba trasmutándose en un Cayetano más de los que se sientan en los despachos de Génova. De Cayetana Alvárez de Toledo a Cayetano Casado, francamente, el PP sale perdiendo porque lo que en femenino es producto de una de las mejores cabezas de la derecha, en masculino se convierte en un mero plagio de una doctora por Oxford.

El único argumento de Cayetano Casado para oponerse a la ristra de pactos institucionales, que el principal partido de la oposición debería firmar hoy con el Gobierno, es que  no le gusta la composición del Consejo de Ministros, y  como no se ajusta a sus gustos ni hablar de pactar. Antes de iniciar el diálogo pretende vetar a este o aquel ministro, tal como hizo con Cayetana en su casa, sin tener en cuenta que la  del Gobierno no es la suya y, por el camino que lleva no lo será nunca. Si se diera carta de naturaleza a este disparate, Pedro Sánchez podría vetar también, por falta de educación,  a todo un señor, mano derecha de Casado, que alardea de escupir con destreza huesos de aceitunas. Por fortuna y sensatez, no lo hace, procura mantenerse lejos de esta escupidera política.

Los Cayetanos son un serio problema para el Partido Popular. Llegados a Génova, tras la depresión de  Mariano Rajoy y las peleas de Soraya Sáenz de Santamaría con Dolores de Cospedal, caminan sin rumbo ni concierto, hacia no se sabe donde. Lunes, miércoles y viernes se visten de centro derecha; martes y jueves se revisten de VOX; y los fines de semana miran con angustia a ese gallego fino que gana elecciones por mayoría absoluta cuando ellos no hacen más que perderlas. Así un día promueven a Cayetana Alvárez de Toledo como la luz de Génova y al día siguiente le pegan un puntapié sin saber cómo ni por qué, dejando al PP en la más absoluta orfandad. Al menos con Cayetana había un criterio, se compartiera o no. Con Cayetano, encefalograma plano.

Nada refleja mejor su inanidad que su ruptura con el Ibex. Nunca en los últimos cuarenta años democráticos derecha económica y derecha política habían llegado al choque pese a las lógicas diferencias entre ambas. Lo de ahora es histórico. El mundo económico es partidario de la negociación con el Gobierno y de la elaboración de los Presupuestos del Estado con Pedro Sánchez aquí y ahora, mientras que los cayetanos se oponen a cualquier pacto con un Gobierno al que desean derribar cuanto antes, caiga quien caiga y caiga, y lo que caiga sobre  la sociedad española. Ellos están en  política, un mal endémico en las nuevas generaciones de políticos, para poder llegar cuanto antes a la Moncloa ¿por qué si no, se preguntan, cuando podrían ser ministros?

Ese exceso de ambición y defecto de inteligencia, que ha hundido a Albert Rivera al frente de Ciudadanos, es también hoy la seña de identidad de los cayetanos del PP, si se juzga los resultados desastrosos de su gestión. El fracaso de su estrategia de utilizar la pandemia para terminar con el gobierno de Sánchez, durante el primer semestre de este años, y su aislamiento político en el Congreso de los Diputados, sin más aliado posible que VOX que como el flautista de Hamelin va llevándose sus electores día sí y día también. Desde los tiempos de Antonio Hernández Mancha el Partido Popular no se encontraba tan a la intemperie. Enemistado con el Ibex y alejado de la FAES, por haber cortado la cabeza a Cayetana, los cayetanos se encuentran en capilla.

El polvo de la dehesa franquista, probablemente, les haga olvidar que el dictador pudo torear de salón a toda la derecha económica porque había ganado una guerra. Lo que no es el caso de los Cayetanos, salvo la guerra de los huesos de aceitunas. De ahí que sientan sobre sus cogotes el aliento de Feijóo y que todas las miradas se dirijan hacia la Xunta de Galicia. La derecha gallega y la derecha de Ciudadanos son la base sobre la que es posible construir una alternativa democrática al Gobierno de Sánchez. Los resultados electorales gallegos y los resultados políticos de la negociación de la derecha ciudadana con el Gobierno no dejan lugar apenas  duda alguna. El dilema de la derecha será en su día Cayetana o Feijóo, una vez que le entreguen el  finiquito a Cayetano

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