Cartas de los lectores

22 de julio

Violadores precoces
Las últimas violaciones por bandas de adolescentes tendrían que ser un aviso para que ese tipo de desmanes sean penados según la gravedad del crimen perpetrado contra las víctimas
indefensas. Estas terminan siendo el objetivo de esa calaña de cobardes y precoces depredadores que, al final, terminan contando con el amparo de unas leyes que en nada sintonizan con la sensibilidad social de nuestro tiempo.
Muchos de los delitos que se cometen contra las mujeres y, actualmente, con niñas como las dos de 13 años que fueron violadas varias veces –una en Córdoba por sus propios compañeros, con chantajes y grabaciones, y otra en Huelva que, además, padece una deficiencia psíquica– tienen mucho que ver con la cultura de una falsa libertad sexual que fomenta, entre los adolescentes, el sexo de barra libre y de nefastas consecuencias.
Por el contrario, no se les ha enseñado a considerar que en ese tipo de relaciones es imprescindible la sensibilidad, el consentimiento y la responsabilidad.
Jordi S. Berenguer / Barcelona

Santa Rita, Rita, Rita
La alcaldesa de Valencia, en su claro afán por apoyar al presidente de su comunidad, ha estado perdiendo excelentes ocasiones para callarse.
Se vio presa de sus propias palabras desde el momento en el que comparó los trajes regalados a Camps con las anchoas que el presidente de la comunidad cántabra suele enviar a Zapatero.
Ahora, se permite responder –sin apenas una pizca de pudor– a los que le recuerdan que el elegante bolso rojo que luce en sus múltiples apariciones es regalo que todos y cada uno de los políticos reciben obsequios.
La cuestión reside en si al regalarme algo tú yo te doy cierta adjudicación o beneficio sobre equis. Se ve que trata de aplicar, a pies juntillas, aquel dicho popular que asegura: "Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da, no se quita".
¿Cuánto camino nos queda por recorrer respecto a la ética, la moralidad y la madurez política? Bárbaro.
Miguel Sánchez / Zaragoza

Tras saquear, limosnas
Pocas cosas más eficaces para hundir –aún más– en la miseria económica al Tercer Mundo que apoyar, descaradamente, a sus peores dictadores.
Bien lo sabe el que forma parte de una lista, tan larga como vergonzosa, de tiranos como Gadafi u Obiang.

Ahora, para intentar lavar diplomáticamente un poco su imagen, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, acaba de publicar en un diario madrileño un farisaico sermón pidiendo que demos limosnas a este tipo de países que tan mal se encuentran.
Hay que tener mucho estómago, señor Moratinos, para lanzar esta homilía sobre la caridad tras tantos años practicando exactamente lo contrario.
Mª José Téllez Diego / Barcelona

No quiero pensar mal de Rita...
Rita Barberá está indignada con lo que le está sucediendo a su amigo de partido, Francisco Camps.
Afirma que con el PSOE en el Gobierno "se está pudriendo el Estado de Derecho". ¿Insinúa que con el PP en la Moncloa jamás nos habríamos enterado de quién pagaba los trajes al "tío Paco" y qué recibía a cambio la persona que se hacía cargo de las facturas? No quiero pensar mal de Rita; seguramente, sus palabras se deban a su honda convicción democrática.
Curiosamente, el amigo de Rita niega haber recibido regalo alguno. Sin embargo, la alcaldesa sale en su defensa afirmando que "todos los políticos reciben regalos" y compara unas anchoas con los trajes del escándalo.
Sin frenos y cuesta abajo propone despenalizar el cohecho. No quiero pensar mal de Rita, aunque, tanta incoherencia me desconcierta. Por si fuera poco, Rita y el PP anuncian querella contra el medio que se hace eco de las palabras de un individuo, conocido como El Bigotes, que afirma que le ha regalado varios bolsos a la alcaldesa, pero no harán nada contra quien ha vertido la presunta calumnia. Sinceramente: ¡cuesta tanto no pensar mal de Rita...!
Cuando un servidor público demuestra no discernir dónde está el límite entre la cortesía y el cohecho, las alarmas de la preocupación y la indignación deben encenderse entre los ciudadanos porque, cuando un político acepta determinados regalos que exceden de la cortesía, pone en riesgo su honor, pero, cuando las dádivas se reciben a cambio de contratos públicos, el servicio a los ciudadanos se pudre de corruptelas que ni pueden tolerarse ni deberían justificarse jamás.
No quiero pensar mal de Rita, pero Rita no me deja.
Alberto Ríos Mosteiro / Madrid

La Iglesia, a la suya
Lejos de sorprenderme, la Iglesia valenciana se niega a retirar los símbolos franquistas de sus fachadas obviando, por tanto, lo contemplado en la Ley de la Memoria Histórica.
Establecen una comparativa –cuando menos, curiosa– al equiparar estos símbolos con los existentes en Valencia durante la época de Felipe II o Carlos III. Así, justifican la continuidad de estos símbolos al tratarse de una parte de nuestra historia que, al parecer, según consideran, no tuvieron nada que ver con los hechos acaecidos el 18 de julio de 1936, con la Guerra Civil o con los 40 años de dictadura y exilio de muchísimos españoles en un intento por salvar sus vidas.
Insto a los representantes de esta institución a que colaboren, de una vez por todas, para que definitivamente podamos cerrar estas heridas del pasado.
Vicente Sepulcre / Valencia

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