Con negritas

La unión, y no necesariamente la fusión, hace la fuerza

Ni siquiera la creciente violencia con que sopla el viento de la crisis ha sido capaz de doblegar, de momento, la tenaz resistencia de las cajas de ahorro a embarcarse en el proceso de fusiones que tanta tranquilidad llevarían al Ministerio de Economía y al Banco de España. Sólo dos de ellas, la de Castilla-La Mancha y la malagueña Unicaja, han aceptado unirse para evitar males mayores y lo han hecho con la resignada mansedumbre de quien sólo tiene por delante el camino que conduce al matadero.

En su caso ha funcionado el vínculo de sangre que les confiere la pertenencia a sendas comunidades administradas por un mismo partido, el socialista, que ha celestineado todo lo posible y más para que el matrimonio se lleve a cabo. Un matrimonio muy desigual, por cierto, al que Bancaja se ha avenido por pura disciplina y por la promesa del Gobierno de aportar la dote imprescindible para que no se le indigeste la absorción de una caja  con las pesadas rémoras que tiene la de Castilla-La Mancha.

Otras iniciativas menos acuciadas por la necesidad, sin embargo, se han estrellado contra intereses políticos, territoriales y personales que nadie ha sido capaz de doblegar. MANUEL CHAVES, por ejemplo, lleva casi diez años empeñado en un gran proyecto de ámbito regional, cuyo único fruto es, a día de hoy, el nacimiento de Cajasol, resultado de la suma de El Monte y Caja San Fernando.

Tampoco tuvo éxito el PNV cuando en el ocaso de la última legislatura de JUAN JOSÉ IBARRETXE quiso darle el empujón definitivo a la gran caja vasca, que a la postre sólo contó con el apoyo de la BBK, pues ni la Kutxa de Gipuzkoa –en el último momento- ni Vital –desde el principio- lo vieron claro. JUAN VICENTE HERRERA, en fin, auspició recientemente un acuerdo de colaboración entre las entidades de Castilla y León, que no era una fusión pero se le parecía y que se saldó con otro estrepitoso fracaso.

Los responsables de las cajas de ahorro, de todas formas, saben que su capacidad de oponerse a un proceso como éste no es infinita mientras sigan dejándose jirones en el vendaval de la crisis. De ahí su empeño por afrontar juntas, pero no revueltas, algunos de los desafíos que tienen por delante, cuyos efectos serían probablemente más devastadores si decidieran cargar con ellos en solitario.

En busca de liquidez

Las cajas andan dándole vuelta a la creación de una sociedad común, auspiciada por la CECA, con el objetivo de acudir en mejores condiciones a los mercados financieros a por recursos que ahora a veces se les niegan. Esa sociedad tendría una especie de súper comité de riesgos encargado de analizar las inversiones que sus miembros propusieran y de aprobar los que ofrecieran mayores garantías. El mecanismo exige una cierta cesión de soberanía, pero ya hay más de una veintena de cajas dispuestas a perderla.

Activos inmobiliarios

También se ha hecho de la necesidad virtud con la puesta en marcha de Ahorro Corporación Soluciones Inmobiliarias (ACSI), que se encargará de colocar en el mercado los activos que las cajas le confíen, procedentes de la cancelación de deudas por parte de promotores y propietarios. Para buscar compradores, se utilizarán las propias sucursales de las entidades, en el caso de los minoritas, y las divisiones de banca de inversiones, en el de las instituciones. ACSI gestiona ya más de 3.000 millones de euros. 

Expansión internacional

Para lo que no hay alternativas por ahora es para la expansión internacional de las cajas, que se ha frenado en seco por la imposibilidad de atender la condición impuesto por el Banco de España. Éste exige que se creen instrumentos específicos para las compras en el extranjero, transparentes y sometidos a las reglas del mercado. Sólo lo ha hecho la Caixa, a través de Criteria, pero su fiasco en Bolsa ha sido de tal magnitud (60%de caída) que ha echado para atrás otros proyectos como el de Caja Madrid (Cibeles), Bancaja o Caja Navarra.

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