Con negritas

Un sector en plena catarsis

Si cuajan las "conversaciones preliminares" que mantienen con la vista puesta en una eventual fusión entre sus empresas, LUIS PORTILLO y JOAQUÍN RIVERO podrán dormir más tranquilos. El primero ha convertido Colonial en un gigante inmobiliario después de zamparse a Inmocaral y a Riofisa, pero arrastra un endeudamiento superior a los 8.000 millones, difícil de digerir en solitario tal y como andan las cosas en el sector. Rivero y su socio, BAUTISTA SOLER, están en un serio aprieto desde que tomaron el control de la francesa Gecina, dentro del pacto suscrito con los SACAHUJA para salir de Metrovacesa. Entre ambos suman un porcentaje del capital que les obligaría a lanzar una OPA y los reguladores desconfían de su compromiso de no a actuar de forma concertada. La fusión con Colonial zanjaría de un plumazo el problema al diluir la participación que tienen en Gecina.

Este movimiento es uno más, aunque no menor (la sociedad resultante ocuparía el segundo lugar en el ránking europeo, con 24.000 millones en activos), dentro de la catarsis en la que está inmersa una actividad que tiene que sobrevivir entre vacas flacas tras de varios años nadando en la abundancia.

Pocas inmobiliarias españolas han conseguido mantenerse al margen de la fiebre vendedora desatada en los últimos meses y que ha mermado notablemente su patrimonio. Martinsa Fadesa, la promotora de FERNANDO MARTÍN, se ha desprendido del 50% de la filial que tiene en Marruecos para hacer frente a los pagos pendientes con las entidades financieras. El grupo valenciano Llanera ha renunciado a cinco millones de metros cuadrados a cambio de 230 millones de euros que debía a Lehman Brothers y Bancaja. Y la propia Colonial acaba de vender sendos edificios en Madrid y Barcelona a ING y a Inversiones Hemisferio, propiedad de la familia LARA, a fin de atender el servicio de su copiosa deuda. Por no hablar de los malabarismos de ENRIQUE BAÑUELOS para que Astroc, que fue el heraldo de la crisis, no se vaya definitivamente a pique.

Con todo, hay quienes han corrido peor suerte aún. Las inmobiliarias pequeñas, que carecen de los recursos y del margen de negociación con que cuentan las grandes, están dejándose los dientes en esta delicada situación. Una cuarta parte de ellas han tenido que echar el cierre en lo que va de año.

Más Noticias