Punto de Fisión

Casado sin esforzarse mucho

Mucha gente le reprocha al flamante presidente Pedro Sánchez que vaya a tomarse vacaciones nada más inaugurar el cargo, como si el hombre no hubiera trabajado lo suyo precisamente para llegar hasta ahí, y como si el cargo de presidente no estuviera hecho más que nada para descansar. Ahí tenemos a Mariano Rajoy, sin ir más lejos, que tras seis años de calibrar la bartola se ha puesto a hincar los codos y en menos de un mes se ha sacado la plaza de registrador de la propiedad en el registro mercantil número 5 de Madrid, una de las más codiciadas del país. No se veía nada igual desde que Pablo Casado arrambló con la mitad de las asignaturas de la carrera de Derecho en un pis pas, un esfuerzo que lo dejó intelectualmente agotado.

Mi amigo Jesús Llano, estanquero por vocación y porque que no le queda más remedio, tiene un cartel que cuelga en la puerta chapada del estanco a primeros de agosto y en fines de semanas especialmente áridos (CERRADO POR CANSANCIO), un cartel que explica la diferencia entre tomarse un respiro para descansar y tomarse un respiro porque no puede uno con su alma. Hace unos años, el horario inmisericorde y los excesos laborales terminaron por pasarle factura mediante un infarto que por poco se lo lleva al otro barrio. Los amigos nos asustamos mucho, pero en cuanto se repuso, Jesús volvió tras el mostrador, a pesar de que el cardiólogo le había extendido una orden de alejamiento del estanco.

Ahora bien, el común de los mortales no entiende que el talento y el esfuerzo a menudo no tienen nada que ver, y que no por mucho esforzarse emborronando folios hasta el amanecer un tarugo va a escribir Fortunata y Jacinta, por ejemplo. En los tiempos en que a las tertulias de televisión acudían escritores en lugar de cotillas, Carlos Barral se quejaba de que Neruda escribía muchísimo, cuatro o cinco poemas diarios por lo menos, y que eso había perjudicado la calidad general de su obra. Barral decía que un poeta no debería escribir más que un solo poema al año y Juan Benet, que en aquellos tiempos siempre hablaba con la pistola cargada, apostilló: "Hombre, tú no".

Por esa misma regla de tres, la Universidad Complutense no ve nada raro en que Pablo Casado se puliera en sólo cuatro meses doce asignaturas, la mitad de la carrera, cuando anteriormente se había atrancado con la otra mitad durante varios años. Fue al conseguir su acta de diputado cuando al entonces presidente de Nuevas Generaciones le visitó el espíritu de Cicerón, insuflándole genio de sobra como para liquidarse lo que le quedaba de Derecho de una tacada y un máster en la universidad Rey Juan Carlos de propina. Si el reparto de talento en la lotería natural resulta insufrible, en el de la amañada ya es para mear y no echar gota. Nadie se esperaba que Casado llegara a la presidencia del PP del mismo modo que ningún espectador se esperaba que Steve Billings acabara dirigiendo la comisaría de The Shield, cuando el máximo esfuerzo que había hecho Billings en su carrera de detective era esconderse en mitad de un tiroteo.

Las vacaciones presidenciales desembocan en el oxímoron, excepto en el caso de Puigdemont, que están desembocando directamente en la alegoría. Regresar a su villa de Waterloo después de hacer turismo por Europa suena a derrota o a cachondeo, dependiendo de que lo miremos desde el punto de vista de Napoleón o del de Wellington. Por algo mi amigo Jesús Llano dice que lo de poner fotos espeluznantes de tumores y traqueotomías en las cajetillas de tabaco no funciona, pero que si los fabricantes pusieran fotos de políticos, lo de fumar se iba a poner cuesta arriba.

Más Noticias