Punto de Fisión

San Chin Choon, misterios de Extremo Oriente

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante el pleno extraordinario del debate sobre el estado de la ciudad de Madrid. -Marta Fernández / Europa Press
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, durante el pleno extraordinario del debate sobre el estado de la ciudad de Madrid. -Marta Fernández / Europa Press

Con la estafa millonaria de las mascarillas en el Ayuntamiento de Madrid únicamente podemos estar seguros de una cosa: de que Almeida cada vez tiene más cara de chino. Esto no significa forzosamente que lo hayan timado como a tal, aunque esta es la línea de defensa principal de los principales responsables del atraco más gordo a las arcas públicas del consistorio. "Que soy un poco pava", declaró ante la Fiscalía Elena Collado, alto cargo del área de Hacienda y Personal del Ayuntamiento, y encargada del contrato por el que doce millones de euros se transformaron en yates, deportivos de lujo, Rolex y otros enseres domésticos de Luis Medina y Alberto Luceño. Para premiar esta gestión impecable, esta misma semana Feijóo puso a Collado al frente del área de Eficiencia y Modernización del PP, concretamente de la Vicesecretaría Económica. Por si hace falta que nos peguen otro timo millonario.

Lo de la cara de chino, sin embargo, no va sólo por Almeida, porque cuanto más indaga uno en las profundidades del denominado "Caso Mascarillas", más se le achinan los ojos. A los investigadores que examinaron los correos electrónicos de San Chin Choon -el supuesto empresario malayo que confirmó la versión de los acusados, Medina y Luceño- les llama poderosamente la atención el hecho de que los correos están escritos en un inglés de Murcia o de Alpedrete, localidades lo bastante distantes de Kuala Lumpur como para despertar sospechas. De hecho, el nombre de "San Chin Choon" ya huele la hostia a chamusquina, mitad a anís, mitad a embutido. No es difícil imaginar a Medina y Luceño probando nombres para bautizar al malayo imaginario y discutiendo si no sonaba demasiado a cachondeo: "Tú ponlo, joder, que si se tragaron lo de "M. Rajoy", éstos se tragan lo que sea".

Hace dos semanas el juez instructor del caso advirtió al empresario malayo que debía desplazarse a Madrid para exculpar en persona a los dos acusados, pero de momento San Chin Choon no ha dado señales de vida más allá de unos escritos en los que se ofrece a comparecer por videoconferencia desde la embajada de España en la capital malaya. Se ignora exactamente qué asuntos lo retienen en Extremo Oriente -según él, motivos laborales- pero la Fiscalía empieza a recelar si la inexistencia física podría ser uno de ellos. A lo mejor San Chin Choon sólo existe sobre el papel, igual que "M. Rajoy", una categoría ficticia que elevaría la estafa de Medina y Luceño al nivel de una novela picaresca. No obstante, el hecho de no existir tampoco iba a aclarar mucho las dudas.

En el registro que la Policía efectuó la semana pasada en el domicilio de Alberto Luceño, los agentes encontraron varios documentos con sellos oficiales, tarjetas policiales y del Ministerio de Defensa. Entre la documentación incautada se halla una placa que identifica a Luceño como agente del CNI, la cual conduce a otro callejón sin salida. Lo más probable es que la placa sea falsa, pero a lo mejor es verdadera, vete a saber. Con esta gente, cualquier cosa es posible, hasta que un día de estos se presente un actor chino en los juzgados y que Feijóo lo nombre a dedo Secretario de Relaciones Exteriores.

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