De cara

La mentira pierde tiempo

Dos semanas después de sacudir el mercado y golpear la moral de los que le creyeron y quisieron, el Kun sigue sin entregar el dinero que cuesta su libertad contractual y sin avanzar el equipo que está delante de su futuro y detrás de sus oscuras maniobras. El argentino sólo da pistas cargadas de cinismo que recuerdan al ‘modus operandi’ tradicional del Real Madrid de Florentino. Y mientras, silba y hace como que vive feliz y tan tranquilo. Se sube a un coche de carreras disfrazado de piloto, celebra su cumpleaños como si nada y llena de felicitaciones su twitter para aparentar indiferencia y normalidad. Como si no estuviera al tanto de las reacciones que ha desatado su proceso de fuga, como que no le importan. Y muy seguro de dónde va a jugar.

Dos semanas después, el Madrid sigue mirando hacia otro lado. Nadie se cree sus maniobras de distracción, pero le da lo mismo. Se ha instalado desde hace años en la mentira y, pese a los principios de los que alardea, da la sensación de que hasta disfruta. Deja que el Kun se arrastre un poco más, que suplique casi su fichaje, y se regodea proclamando que el chico no le interesa. Ja, ja, ja. Se descojona.

Dos semanas después, los que mandan en el Atlético se hacen los dignos en falso. Mientras pregonan que aún cuentan con Agüero, se frotan las manos por la espalda a la espera de que les llegue el jugoso dinero que cuelga de la traición de su futbolista negocio. El caso es que Gil Marín ha hipotecado su palabra en este viaje y ha arrastrado de paso la de Florentino. Pero como perdió hace tiempo su credibilidad, el personal le imagina menos preocupado de cumplir su tajante promesa que de encontrar la forma de envolver luego su incumplimiento. Y deja que corra el tiempo.

Aunque no tanto como Rosell, que tres meses después de que la COPE le pusiera voz al Madrid (según dijo) para difundir la insinuación de que el Barca se dopa, seis semanas más tarde de que se consumiera el terremoto del maratón de los clásicos, anda amenazando con una respuesta terrorífica a todas las afrentas. O sea, la firmeza que se espera del presidente de un club como el Barça. Pero perezosa. Como José Mota, hoy no, mañana.

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