El desconcierto

El reto bipartidista de Casado

Nadie esperaba nada de la reunión de Pedro Sanchez con Pablo Casado y nada ha cambiado en la relación del Gobierno con el líder de la oposición. Porque el especial énfasis que puso el dirigente del PP en la rueda de prensa de ayer, sobre la grave crisis catalana, era una consecuencia inevitable desde la reaparición de una dinámica bipartidista en el escenario político desde la victoria del PSOE el 11 de noviembre. La inteligencia política del presidente del Gobierno, al conseguir que a la izquierda de la Moncloa no exista hoy ninguna fuerza crítica, obliga a Pablo Casado a buscar un denominador común que haga del Partido Popular el referente de toda la derecha. Así, nada a la izquierda del Gobierno de Sánchez, nada a la derecha de la oposición de Casado.

Con la Brunete togada con todas sus baterías apuntando a la Moncloa, Pablo Casado plantea un ultimátum al PSOE. Solo estaría dispuesto a negociar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, sin la cual el Gobierno no puede desjudicializar la política catalana, si Pedro Sánchez abandona la senda política sobre Cataluña. Como si hoy el PP representara al Estado y el PSOE únicamente al Gobierno, envía un aviso a navegantes catalanes. No a la Mesa de Diálogo, si hay diálogo no habrá conclusiones y si hay conclusiones no habrá consulta  sin el nihil obstat de los magistrados del Tribunal Supremo. Luego, viene a decir, Sánchez no es un interlocutor válido.

Casado sabe mejor que nadie que Sánchez no va traspasar ni una línea roja. Ni quiere, ni puede, ni le dejarían si fuera el caso que no lo ha sido ni lo es. Su sobreactuación va destinada a impedir que un Pujol bis ayude a Sánchez como Pujol ayudó a González. Sin una ERC bien predispuesta a votar mañana los Presupuestos del Estado, priorizando su sensibilidad socialista sobre la nacionalista, Sánchez se encontraría tan bloqueado en la Moncloa como en el Congreso de los Diputados. Romper la Mesa de Diálogo para intentar quebrar el Gobierno es hoy el programa común del PP para unir a toda la derecha contra un Gobierno del PSOE sin nadie a su izquierda. Volvemos a estar en la misma lógica política del bipartidismo de los últimos cuarenta años.

Sánchez vive hoy con Casado lo mismo que vivió Zapatero con Rajoy o González con Fraga. La dialéctica del bipartidismo, PSOE y PP, es la que explica esa política de acoso, cerco y derribo. Tres experiencias en cuatro décadas. No es casual, todo lo contrario, el problema que encuentra hoy en el Tribunal Supremo la Moncloa; ya los encontró ayer Zapatero en el Tribunal Constitucional que se cargó el Estatut votado por los catalanes, el parlamento catalán y el Congreso de los Diputados. La espada de la Justicia que hoy cuelga sobre Sánchez viene colgando sobre Cataluña desde hace una década. Sin estas puñetas leguleyas el bipartidismo del PP no hubiera podido mantenerse y a ellas se agarra hoy  Pablo Casado para tratar de mantenerlo.

Reto bipartidista, el Partido Popular contra el Partido Socialista, que Casado necesita intensificar porque el próximo 5 de abril se juega muchísimo en las urnas de Galicia. Todo apunta a que un buen candidato como Feijóo puede reeditar la mayoría absoluta, pero el espectro de Susana Díaz vuela por la sede de Génova. Cataluña es el mejor antídoto para ahuyentarlo. El anticatalanismo puede cimentar en torno al Partido Popular un voto tentado de refugiarse en Vox. El voto útil contra los catalanes, concentrado en el PP, es la mejor política para reforzar  el bipartidismo de Casado. Catalanizar las elecciones gallegas, pese a que han sido convocadas para que no coincidieran con las catalanas, es la apuesta del Partido Popular.

Pero esta apuesta bipartidista de Casado, basada en Cataluña, se refuerza porque la crisis catalana encierra muchas incógnitas sobre cual puede ser la duración del nuevo gobierno de  Pedro Sánchez. Y, sobre todo, cual va a ser su capacidad política para aplicar su programa y lograr la gobernabilidad y la estabilidad política deseadas. De ahí que toda la derecha togada ate las manos judicialmente al Gobierno a la vez que la derecha parlamentaria se las ata  políticamente. Tanto si Pedro Sánchez consigue salir airoso de este cerco como si no, el PP gana en la medida que se consolida como uno de los dos ejes del bipartidismo. Cataluña es un boccato di cardinale que Casado no va a soltar.

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