Fuego amigo

Más vale obrero rico que autónomo pobre

La revista Forbes establece cada año una clasificación de las personas más ricas del planeta, y hace público el glamour de sus cuentas corrientes con gran aparato mediático. No elaboran lista alguna de las más pobres porque cuando las han localizado resulta que ya han muerto por inanición. En la España rural de la Edad Media, como no existía la prensa económica en papel cuché, los ricos se publicitaban dejándose las migas de pan sobre la pechera, para que así el hambriento pueblo llano conociese que habían comido opíparamente.

No hay conceptos más relativos que los de riqueza y pobreza. Los cristianos ricos creen estar a salvo de la maldición de Jesús porque siempre encuentran a su lado a otro más rico, como un pararrayos que atraerá las iras de su dios. Hay pobres en España que serían la envidia de los habitantes de los barrios marginales de Calcuta, y ricos a los que no dejarían pasar de la puerta en ciertos clubes financieros de Nueva York. Y más de un miserable de Calcuta daría gracias a sus dioses por no tener que comer de los restos pútridos del basurero nicaragüense de La Chureca.

(Cuentan de un sabio que un día

tan pobre y mísero estaba,

que sólo se sustentaba

de unas hierbas que cogía.

¿Habrá otro, entre sí decía,

más pobre y triste que yo?;

y cuando el rostro volvió

halló la respuesta, viendo

que otro sabio iba cogiendo

las hierbas que él arrojó.)

Y aunque parece difícil encontrar a alguien de la clase obrera que gane más de 700.000 euros anuales, como algunos controladores aéreos, alguien me recordaba ayer la sublime simplificación de que "tengan el sueldo que tengan, son trabajadores". Menos mal, estaba preocupado: ser rico ya no es pecado.

Los autónomos endeudados, hoy legión, esos monstruos sociales en estado larvario que ya han abandonado el capullo obrero pero que todavía no han alcanzado el estado morfológico de señorito, pueden morirse de hambre. Por suerte, cualquier empleado por cuenta ajena, por el mero hecho de serlo, ya puede lucir en la solapa la etiqueta de calidad que lo certifica como obrero, aunque algunos ganen anualmente el sueldo de 15 años de un conductor de Metro, o el de 25 años de una trabajadora del servicio de limpieza. Sólo por ser empleados disfrutamos de la suerte de pertenecer a esa clase obrera que irá al paraíso, "tengamos el sueldo que tengamos". Es un razonamiento fantástico, tan simple como el mecanismo de un chupete, y transmite parecida tranquilidad.

Porque en algún sitio que desconozco está escrito que más vale obrero rico que autónomo embargado.

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