Fuego amigo

Lo siento, los líderes no pueden ponerse

 

Fue tan solo un sueño. En apenas unas horas podría comenzar en Libia esa paz de los muertos que sigue a toda dictadura triunfante. Gadaffi está a punto de entrar en el último reducto de resistencia, ha dedicado un recuerdo al Franco estratega, con su alusión a la quinta columna que trabaja en Bengasi para su causa, advirtiendo que "no tendremos compasión" con los vencidos. Su hijo, el portavoz del régimen, ya había anunciado que el castigo será implacable. Y ya sabéis lo que ello significa en el lenguaje de los matones.

 

Los líderes mundiales ("lo siento, no se pueden poner, en este momento están reunidos") han demostrado su incapacidad para atender dos crisis a la vez, la de Japón y la de Libia. Ha sido un caso de mala suerte que la revolución coincidiera en el tiempo con el terremoto, el tsunami y la amenaza nuclear. En occidente ya solo estamos preocupados por cuánta contaminación atravesará nuestras fronteras y en qué medida afectará a nuestras bolsas de valores, mientras el pueblo libio comprueba que los efectos del tsunami ya han llegado a su país, en forma de desidia e intereses geoestratégicos.

 

Mala suerte. En las últimas horas del experimento de libertad libio, las potencias mundiales establecían, al fin, una zona de exclusión aérea... justo cuando Gadaffi ya no necesitaba mover un avión para comenzar su carnicería en el último reducto de resistencia.

 

Desde el trío de la Azores, el mundo padece el síndrome de Irak y Afganistán, el que paraliza a los líderes cuando se les habla de intervencionismo allí donde las dictaduras cometen crímenes de lesa humanidad. Es lo más parecido a la guerra de Gila.

 

Y ahora nos queda por contemplar el final de la farsa. ¿Cuánto tardaremos en firmar nuevos acuerdos comerciales con un Gadaffi rehabilitado, enchufados al grifo de su petróleo, mientras él se dedica al deporte del genocidio con total impunidad? Quizá, cuando conozcamos su impacto letal en la población, lo de Japón, que tanto nos angustia hoy, nos parecerá una anécdota.

 

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