Fuego amigo

La patria está en peligro... si votáis a los xenófobos

La patria está en peligro pero Mariano tiene la solución. Es una receta tan vieja como la humanidad. En momentos de crisis nacionales no hay mejor pegamento para unir voluntades dispersas que buscar un enemigo común, despertar el miedo al extranjero, a eso que la derecha ha considerando siempre como una suerte de invasión lenta y callada del suelo patrio. El nacionalsocialismo fue un bálsamo para curar las heridas psicológicas de una Alemania desangrada, que se sentía humillada tras la primera guerra mundial. Los judíos fueron presentados como los usurpadores de la riqueza de los arios, cómplices del capitalismo internacional. Y el pueblo se unió bajo una bandera que le llevó al suicidio.

Nuestros judíos son ahora los negros, los moritos y todos los que no tengan ese color de piel políticamente correcto de lechoncillo sonrosado. Creo que con esta nueva bandera del Partido Popular (¡qué cruz, qué panda de cenizos!, su mástil siempre clavado en el miedo, nunca en un mensaje de ilusión) el concepto de patria va a ser la estrella de su temario.

Pero ellos saben que nosotros sabemos que la inmigración ha sido vital para el progreso de la economía española. Que un tercio del Producto Interior Bruto (PIB) de los diez últimos años, la manera de medir la riqueza colectiva, ha sido aportado por la mano de obra inmigrante, mano de obra baratísima, a veces miserable, que tantos beneficios ha procurado a las empresas del estrato social al que pertenecen sus votantes naturales.

Ellos saben, también, que nosotros sabemos que las insinuaciones xenófobas de Esperanza Aguirre, Rajoy, Astarloa y Arias Cañete, uniendo conceptos como delincuencia e inmigración son en verdad un pegamento para hoy y conflicto para mañana.

Lo de Rajoy y el "contrato de integración" de los inmigrantes para que acepten nuestras costumbres (¿cuáles? ¿Las mías o las de Mariano? ¿Las de ir a misa o a los toros?), calcado de su referente Sarkozy, parecía difícil de superar. Nunca pensé que tan pronto, todavía en precampaña, cometieran el error de desnudar su alma xenófoba, dejando tanto recorrido por delante para que sus oponentes políticos puedan hurgar a placer diariamente en la herida. A Zapatero le faltaron minutos para pedir perdón, ¡a los más de cuatro millones de inmigrantes que trabajan en España!, por las vergonzosas palabras pronunciadas por nuestro Le Pen celtibérico. Rediós, cómo está el centro.

Pero siempre hay alguien más guapo, con más labia y que liga más que tú. Y ese es Arias Cañete, el secretario de política Económica y Empleo de su partido en dos, que le ha sobrepasado por la derecha (y mira que hay atasco por ese flanco), y ya encabeza el ranking de necedades sublimes (tranquilos, tendremos cosecha abundante, según se les vaya calentando la boca) con su frase de "los trabajadores extranjeros cuando llegan a España se acostumbran a que la sanidad es gratuita y colapsan las urgencias". Es decir, lo que le gusta a los trabajadores extranjeros es venir a enfermar a España, porque como en España no se enferma en ningún sitio.

Sin embargo, hay que decir en su descargo, que presumo que lo suyo es una enfermedad laboral de cuando era ministro de Agricultura en aquellos días de histeria colectiva de las vacas locas: se comió ante las cámaras tantos filetes de vacuno mayor bien entreverado, para tranquilizar a la población, que su cerebro flota desde entonces en un charco de colesterol. Sólo hay que verle esa cara de abad recién comido.

Pero no les importa. Los sembradores de pánicos van a la caza decidida del voto del miedo, y si para ello hay que vocear que la patria está en peligro por la invasión de mano extranjera que viene a quitar de la boca el pan de nuestros hijos, pues se utiliza toda la artillería de calibre grueso ("yo no estoy gordo", se oye decir en la distancia al guiñol de Arias Cañete).

Porque patriotas hay millones. Das una patada en el suelo y salen patriotas de sus madrigueras como conejos en Australia. Para ser patriota no se exige otro esfuerzo que haber nacido aquí. Uno no tiene que estudiar para ello, está aprobado desde el mismo día de su nacimiento. Puede ser un perfecto imbécil, pero un patriota hecho y derecho. Y ese pequeño regalo no se lo quiere perder Mariano.

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