Fuego amigo

Recemos juntos, Esperanza también

En las reuniones de tormentas de ideas para sacar adelante una campaña publicitaria vale decir la primera impresión, por absurda que parezca en principio, con el fin de que surjan otras en cascada hasta llegar al lema definitivo. En política se invierten muchas horas en esta tarea de rastreo, buscando los pros y contras de cada eslogan, que generalmente se encarga a los mismos que a diario piensan una nueva campaña para un detergente, un yogur o un automóvil. La política es, sobre todo, excepto para grandes pensadores como Julio Anguita, un producto de masas al que hay que exigirle buen olor, sabor y presencia, con información sobre los ingredientes, o sea, el programa, impresa en letra minúscula, no se nos vaya a distraer el consumidor.

Mi alma de publicista me mantuvo en vilo estos días a la espera del lema elegido para la próxima convención del Partido Popular. Porque del trabajo previo para llegar al buen lema (el Dalai Lema, que dice un amigo mío) puede deducirse el espíritu que anima a los congregados.

Aunque os parezca un asunto irrelevante, yo recuerdo aquella campaña electoral del PSOE en el año 2000, con Almunia como cabeza de lista, cuyo lema llevaba en sus genes la derrota inevitable. Junto a la foto de Joaquín Almunia se leía: "Lo próximo". Era indudable que semejante disparate publicitario reflejaba el espíritu de fracaso que habitaba entre las filas socialistas. "Lo próximo", así, en neutro, como si Almunia fuera una cosa inclasificable, un objeto, una pieza de porcelana, como un Fraga Iribarne que nadie sabe dónde colocar para que no desentone y, sobre todo, no se les caiga.

A media mañana ya salimos de dudas: el lema para el Congreso del PP será, en un alarde de imaginación, "Crecemos juntos". No se sabe si es un eslogan o un deseo. Seguro que la idea original era "Recemos juntos", pero para eso están las tormentas de ideas, para tomar el rábano de la desesperación por las hojas de la esperanza.

Por cierto, hablando de ella: se levantó de la reunión y dejó a todos plantados. Como los rábanos. ¡Pues sí que empieza bien el eslogan!
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Meditación para hoy:

A la autoridad siempre le ha gustado vestirse de autoridad, para que el pueblo distinga de inmediato quién manda. A lo largo de la historia, reyes, príncipes, generales, jueces y sacerdotes han utilizado las vestimentas, a cada cual más estrafalaria, como aviso inequívoco de que el portador era la personificación misma de la autoridad. El generalísimo, voz aflautada, cuerpo de botijo y planta de soldadito de plomo, solía disfrazarse de todos los ejércitos para paliar su complejo de hombre de baja estatura física y moral (a mi madre le encantaba de almirante). Sólo los conservadores siguen aferrados a los signos de clase, como los uniformes escolares, para mantener las diferencias. Por ello, el gobierno de Valencia pretende resucitarlos en los colegios públicos (va empezar la involución en once de ellos), confundiendo, como siempre, lo público con lo privado, las formas con el fondo, convencidos de que el hábito distingue a las élites, mientras sigue boicoteando la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

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