Fuego amigo

Es un problema del ministerio del Interior

El tercer día de huelga de camioneros y pescadores tuvo la novedad de que al fin el gobierno cayó en la cuenta de que los piquetes que amenazaban con paralizar el país eran lo más parecido a una versión motorizada de esa kale borroka que de vez en cuando perturba la vida de la población vasca.

Y es que, cuando alguien se pone en huelga, salta inevitablemente un falso reflejo condicionado en la izquierda que le lleva a pensar que son sus hermanos de sangre política los que solicitan socorro. Ocurre de vez en cuando. El caso más clamoroso es el de las extrañas huelgas de los no menos extraños trabajadores pilotos de aviación. Cuando en el sindicato de pilotos alguien se entera de que los consejeros de Telefónica o de Endesa (es un supositorio) ganan más que ellos, paralizan media España hasta que cedemos al chantaje de los señoritos indigentes. Y ni un solo gobierno ha sido capaz de rebajar los privilegios, hirientes para el resto de la clase trabajadora, que disfrutan sin límite los chóferes de los aviones.

En la huelga de los camioneros, el gobierno tardó tres días en darse cuenta de quién y con qué intenciones estaba echando un pulso a toda la sociedad. Al fin decidió tratar los problemas laborales y de violencia de los huelguistas en mesas separadas: una en el ministerio de Economía, y la otra en el ministerio del Interior, el único lugar donde hay que encarar los problemas de orden público.

Ayer oí estupefacto por la radio cómo uno de los convocantes de ese paro patronal echaba la culpa del atropello y muerte de un compañero de un piquete de Granada a la ministra de Fomento. Ese es el material humano con el que nos tenemos que enfrentar para negociar esta crisis, por desolador que parezca.

Inmediatamente me vinieron a la memoria los casos de los etarras muertos a los que les estalló la mochila bomba que manipulaban: todo el mundo abertzale se echó a la calle para culpar ¡al gobierno! (¿piove?, porco governo) de la muerte del terrorista, a quien el acoso policial no le había permitido (vapordiós) hacer su trabajo con el debido sosiego.

Me alegra mucho saber que Rubalcaba por fin haya entendido que aquí no había una huelga general, ni siquiera una huelga. Y que las fuerzas antidisturbios sirven, curiosamente, para defender a los ciudadanos, sin que ello conlleve el peligro de perder el carné del PSOE.

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