De cara

Los 'speakers' no son de este mundo

Carga fama de retrógrado el mundo del fútbol. Pero es que la modernidad no se cansa de incordiarlo con novedades que no encajan, por mucho negocio que encierren. Lo del charlatán que ha tomado desde hace unas semanas el Bernabéu es uno de esos experimentos que no destilan sentido. Lejos de animar al espectador hieren su sensibilidad. Porque los que acuden a Chamartín no necesitan que un sujeto inflame artificialmente sus emociones. Es el propio fútbol, el desarrollo del juego, la incertidumbre del marcador, la grandeza del equipo, la que dirige de forma espontánea la coreografía de las gradas. Sobre todo las del estadio de un club centenario, el mismo donde la selección conquistó el único título que reposa en sus vitrinas, donde ya se puede disputar la final de la Liga de Campeones. Un escenario que conoce de sobra el contenido de lo que alberga, y su liturgia, que no precisa que nadie guíe sus reacciones con subtítulos. Si acaso, se agradece un himno o un escudo, elementos que se reconocen como propios. Pero no se atisba la conexión entre el ¡Hala Madrid! de José Mercé y ese estribilllo de Bisbal ("cómo duele este silencio de amor...") que precede ahora la salida al campo del equipo blanco.

El fútbol tiene capacidad suficiente para generar su propia voz (quizás precisamente por eso los americanos no terminan de encontrarle el punto). Pero el universo yuppie trata de invadirlo sin ningún respeto. Un día pretende quitarle las rayas a una camiseta legendaria y al otro intenta imponerle la banda sonora al mejor equipo del siglo XX incluso con el balón en juego. Es lo que hizo Sisó el domingo, al reclamar por megafonía las palmas del público en el saque de una falta. Menos mal que Casillas y Raúl se animaron en el descanso a decir basta. Los ‘speakers’ son para el baloncesto. El Bernabéu sabe gritar solo. Y cómo. Y cuándo.

Más Noticias