De cara

Las tanganas se afean, no se celebran

La verdad es que a Del Bosque la naturalidad siempre le dio resultado. Rebajó muchos incendios a golpe de flema, normalidad y un punto de indiferencia. Sin pararse a discutir. Y tampoco se detiene ahora, cuando su equipo emite señales de prepotencia y sus elecciones ponen en entredicho su criterio. Arbeloa, uno de los jugadores que han vuelto sospechosas sus decisiones, prefiere entrar al combate agarrado al manual de su otro jefe ("algunos tienen ganas de que a España las cosas nos vayan mal"). Pero Del Bosque no cae tan bajo ("si alguien critica, también es lícito"); simplemente silba y sin perder los modales confía en que la calidad de los jugadores resuelva por sí sola los contratiempos.

Hasta ahí, todo es aceptable: los reproches externos y el escepticismo ante los mismos del técnico campeón del mundo. Pero entre los episodios que dañan la imagen de La Roja hay uno que no conviene rebajar de importancia ni dejar pasar de largo. Son asuntos que atajar a tiempo. Y en voz bien alta. Tres días después de los incidentes del final del partido ante Chile, con Arbeloa, Busquets y Ramos ejerciendo de matones por capricho, repartiendo manotazos y empujones, ni se han pedido disculpas ni se han sacado los colores a nadie. Casi al contrario, buena parte de la prensa ha coreado como machotes camaradas a los agitadores y hasta Iniesta ha celebrado los puñetazos como prueba inequívoca de unidad ("la tangana escenifica que somos un equipo").

Del Bosque, aunque ayer soltó un tímido "no es edificante", ha optado por relativizar en público los hechos. Y no debería. El mayor riesgo que corre su admirada selección es contagiarse de esa suciedad que los clásicos han puesto de moda y se defiende a ciegas desde cada una de sus trincheras. Pero conductas así no pueden festejarse ni disculparse. Ya que la prensa de camiseta no ayuda, le toca al técnico afear a los malos sin ambigüedad (aunque sean sus protegidos) y poner orden de una vez.

Más Noticias