Fuego amigo

A quién beneficia

El concepto militar de guerrilla es un invento genial: consiste en hacerse invisible, la sofisticación del concepto de tirar la piedra y esconder la mano, de manera que la verdadera arma consista en que no se sepa dónde está el enemigo. Es el problema de Israel con Hezbolá que los judíos solucionan por las bravas destruyendo cuanto se pone por delante, sean guerrilleros, sea población civil. Es como ir de caza bombardeando el monte para matar conejos y liebres: los matas, pero también al resto de la fauna y flora que lo habita.
Esa es la sensación que vivimos en Galicia con los incendios: no se sabe quién es el enemigo, no lleva uniforme, no tiene un color y una raza específicas, no pertenece a un partido político determinado. Uno de mis hermanos es el jefe de protección civil de Ourense, y cuando le pregunto quién es el enemigo, enarca las cejas y me contesta que el enemigo son tantos y con tantas motivaciones distintas que es muy difícil plantear la batalla. De ello ya habéis hablado estos días, y mucho se ha publicado. Es un cóctel complejo y explosivo de enfermos mentales, venganzas (personales y políticas) e intereses económicos (madereras, recalificaciones, o simplemente estratégicos, como se apunta en el caso del narcotráfico) que tan solo necesitan como arma apenas una cerilla.
Mis paisanos se debaten entre la estupefacción del que no comprende cómo se puede atacar un patrimonio de todos, poniendo en riesgo nuestras vidas y haciendas, y las explicaciones más peregrinas y sofisticadas, entre las que no falta la lucha política. Mientras en otras líneas de investigación el método del cui prodest, a quién beneficia el delito, lleva al resultado correcto con cierta facilidad, en el caso de los incendios es imposible encontrar un perfil definido del incendiario, de quién puede beneficiarse de tanta desolación.
Como sabéis, estos días se ha aventado la idea de que a quien "prodest" es también al partido político que perdió las últimas elecciones en Galicia, en una supuesta campaña de cuanto peor, mejor. Es una conversación en voz baja que ha prendido a la velocidad de los incendios por lo mentideros de pueblos, aldeas y parroquias, la teoría conspiratoria que funcionaría como la madre de todas las explicaciones. Aparte de una mezquindad que no me creo, sería una estupidez de connotaciones históricas, pues ni el fuego sería capaz de borrar las huellas de semejante delito. Es un caso sintomático, sin embargo, del sentimiento generalizado entre la población sobre el papel asumido por el Partido Popular en los últimos años, como sembrador de catástrofes como único medio de recuperar el poder. Creo que este estado de ánimo debería llevarles a una reflexión.

El juez que firmó la orden de registro del domicilio del pirómano/bombero de Celanova es uno de mis sobrinos, un hombre apasionado por la naturaleza y la vida al aire libre. Yo le preguntaba ayer por la tarde cómo consigue un juez la tranquilidad de ánimo suficiente para hacer conciliar la ley, ciega por principio, con el deseo de venganza ante un delito que provoca tanta alarma social, y me contestó con los dientes apretados que a ver cuándo nos vemos para que le enseñe las fotos del viaje a Finlandia. Deduje que la tranquilidad de ánimo la tengo que poner yo con las fotografías de aquellos bosques vírgenes, incólumes, preservados y adorados como un dios, pues el bosque es toda una religión para los finlandeses. Me explicaba también mi sobrino la dificultad para imputar el delito a los presuntos pirómanos, pues el crimen se puede cometer sin testigos, con efecto retardado (cuando el incendio se hace visible, el criminal puede estar tomando una cerveza con sus vecinos en el bar del pueblo) con la particularidad añadida de que el fuego es una de las mejores armas para borrar las huellas del delito.
En el paseo de la tarde de ayer me pareció constatar una calma tensa, como se dice en política. El ambiente huele a carbón pese a que desde mi casa apenas se ven columnas de humo en la distancia. Si hay tregua, mañana prometo contaros cosas interesantes de Finlandia, no como escapismo sino como un país del que aprender muchas cosas, entre otras, la gestión de los bosques.
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(Meditación para hoy: un amigo psiquiatra me hace ver que una motivación muy atractiva para los perturbados mentales pirómanos es la fascinación que les provoca el espectáculo grandioso del incendio. A veces la muerte adquiere una belleza extraña, como la tortura y agonía del toro en una plaza. Y no quiero mirar a nadie.)

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